Recientemente hemos sabido cómo Sergio Marchionne encargó a su gente hacer un monoplaza «al filo del reglamento» para defender las opciones de Maranello en el Mundial 2017 —tampoco debemos llevarnos las manos a la cabeza con esto; en esencia, es lo que hacen los equipos que pretenden ganar títulos: jugar al límite, con la normativa o lo que haga falta—, y tan fuerte venía la rossa en su apuesta para esta campaña, que además de cumplir con lo exigido por su presidente no mostró remilgos en golpear a sus rivales antes de que comenzase la temporada.
Así las cosas, a comienzos de año la FIA prohibía la llamada suspensión activa como contestación a una solicitud de aclaración hecha por La Scuderia, en lo que a la postre supuso una jugada de despacho que atacaba la línea de flotación de Red Bull y Mercedes AMG, equipos que incorporaban la solución en sus vehículos para 2017, y que, obviamente, desistieron de seguir haciéndolo.
A partir de este instante, Ferrari se sitúa en la diana de sus principales oponentes y los medios empiezan a hablar tanto de la supuesta ilegalidad de algunas ideas adoptadas por la italiana en los laterales del fondo plano de su vehículo, como de la posibilidad de que uno o más equipos (no se citan nombres), pudieran estar mezclando aceite con el combustible para mejorar la detonación en el ICE (Internal Combustion Engine) y conseguir así un mayor rendimiento.
La mezcla de aceite y combustible tiene su miga, porque mientras el segundo está regulado en todos y cada uno de los componentes que lo integran, el primero goza de una mayor libertad en su composición, lo que significa, lisa y llanamente, que elementos prohibidos en la gasolina, formando parte del lubricante pueden ser incorporados a ella en el interior de la cámara de combustión.
Por la herida abierta con lo de la suspensión activa y porque Ferrari siempre ha sido la candidata en el asunto de la quema de aceite junto al combustible, parece bastante obvio que ya antes del Gran Premio de Azerbaiyán la estaban esperando sus rivales armados con escopeta y posta lobera.
Vettel protagoniza una acción antideportiva en el circuito azerí que en sentido estricto era motivo de descalificación inmediata, pero recibe una sanción que sólo satisface a los más irreductibles de la rossa, lo que origina que aparezca Jean Todt en escena y que el pasado 3 de julio, el Presidente de la FIA, el propio piloto de Ferrari y Maurizio Arrivabene se reúnan en París.
El resultado oficial es de sobra conocido: el piloto de Heppenheim se disculpa
por escrito y públicamente ante Lewis Hamilton y los aficionados… pero a tenor de lo que ha ido aflorando después, se ve que en la reunión también hubo letra pequeña.
Maranello sacrificaba apenas tres días después de la cita en Place de la Concorde a Lorenzo Sassi, jefe de desarrollo de la unidad de potencia italiana —se supone que con ánimo de zanjar el espinoso asunto de la mezcla de aceite y gasolina—, y sin apenas tiempo para que digiriésemos lo que estaba sucediendo entre bambalinas, renunciaba también a la flexibilidad de los flancos en el fondo plano del SF70-H para el Gran Premio de Austria (9 de julio pasado), devolviendo así parte de la ventaja obtenida a comienzos de temporada sobre Milton Keynes y Brackley. Todo en prácticamente una semana…
Huelga decir que el verano se ha atragantado a La Scuderia y con lo expuesto espero que se entienda mejor que aunque oficialmente no haya sido sancionada, Ferrari está pagando con creces la bandera negra que no se sacó a Vettel en Bakú, y que aquí sólo cabe preguntarse si el episodio ha merecido realmente la pena.
Fdo: Jose Tellaetxe Isusi [Orroe]
Si (
No(
