Se estaba esperando. En los ultimos días se ha comentado, y mucho, la retirada de la F-1 del piloto asturiano. Los constantes ataques del máximo dirigente de la escudería rival, ha sido la gota que colma el vaso. Los años no perdonan, Es evidente. Pero Fernando Alonso tiene todavía cuerda para rato. El faltaba la máquina. Ha perdido muchas temporadas en McLaren. Motores Honda que no se ajustaban a la competencia. Con un coche sin posibilidades poco podía hacer. Quiere divertirse y ganar. Yesto lo va a incontrar en otras disciplinas del deporte de las cuatro ruedas.
Estas han sido las consecuencias para que el mejor piloto español de la historia de la F-1, tras ganar dos títulos mundiales y su singladura por varios equipos, incluido el de Ferrari, equipo con el que consiguió sus últimos mejores resultados Tomo decisiones -o le hicieron tomar- en los momentos más inoportunos. Quizás por no estar bien llevado o por el dinero. Esto ha motivado que, tras la salida de Renault, marca con la que ganó dos títulos mundiales, diera pasos en falso y trazara un paréntesis en su carrera carente de los excelentes resultados que se merecía, a excepción de su etapa con los coches rojos.
De su buen hacer al volante de un monoplaza no existe la menor duda. Pero esto no basta cuando se juega en una disciplina en la que la máquina, el coche, es el pilar fundamental. Lo he dicho en multitud de ocasiones y vuelvo a repetirlo. Entre un coche bueno y otro menos bueno, hay una diferencia de medio segundo por vuelta. Es una media generalizada que puede cambiar, pero esta es la media. Entre un piloto súper y otros menos súper, la diferencia puede ser de dos o tres décimas de segundo. Esta es la realidad de F-1.
Alonso era dos décimas de segundo más rápido que los demás, pero se ha montado en coches que se diferenciaba de los primeros en más de segundo y medio. Como pueden entender, poco puede hacerse en estas circunstancias. El problema de la F-1 es que esto no se cuenta. Los informadores están sometidos a presiones de los propios equipos, tapando defectos y culpando a los pilotos de los problemas.
Para colmo, Fernando Alonso es de los que no se callan. Como buen asturiano al pan le dice pan y al vino, vino. Es poco diplomático en sus críticas y apreciaciones. Para colmo, también le han vuelto la espalda sus patrocinadores, ante la ausencia de resultados. El apoyo económico es fundamental en la F-1. Basta con decir que, el noventa por ciento de los pilotos, tienen que llevar el patrocinador, es decir, el dinero. O pagan ellos o lo hacen sus anunciantes. Hay pocas excepciones que se escapan de esta obligación, como es el caso de Fernando Alonso. Al menos, hasta ahora.
Otro de los inconvenientes para encontrar plaza en un equipo puntero, son los años. La experiencia cuenta poco. Los equipos prefieren gente joven, que, además, aporten dinero. Son perfectos conocedores que las victorias, dependen de los coches. Fernando podría haber estado en el equipo ganador, Mercedes, pero se equivocó al querer cobrar más de la cuenta. Prefirió McLaren y el suculento contrato con Honda, que financio la operación. Buenos dividendos, pero malos resultados.
Ahora, a estas alturas de la película, la mejor decisión es la que ha tomado, decir adiós a la F-1. Le quedan otras alternativas. De hecho, tiene el acuerdo con el equipo Toyota para participar en el Campeonato de Resistencia. Una disciplina que le permite subirse a lo más alto de podio, como está sucediendo. Además, se divierte al volante, que es lo que busca. Todo lo contrario de lo que sucede actualmente en F-1.
Tiene muchas alternativas, dada sus experiencias en los mejores equipos de la contienda, en la que la base fundamental es el dinero y su aplicación. Como aficionado, lamento que, Fernando Alonso, salga por la puerta de atrás, cuando podía haberlo hecho por la puerta grande. Pero es la F-1 y sus consecuencias. Los pilotos no cuentan, son las máquinas y los presupuestos. Es una realidad.
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